El Periódico
Gente corriente – Viernes, 22 de julio del 2011
Mauricio Bernal – Periodista
Perseguidor. Un accidente lo cambia y señala el inicio de un viaje; encuentra música, un instrumento, un sonido.
Marc Pulido: «… y de repente escuché las bilas; no sabe lo que fue» -¿Muy grave?
-Iba de copiloto. Sufrí una conmoción cerebral y estuve cuatro horas en coma. ¿Y sabe qué? Tengo recuerdos. Recuerdos de esas horas, digo.
-No me diga. ¿Qué recuerda?
-¿Pues sabe qué? Lo que recuerdo, paradójicamente, es una sensación de paz. Una impresionante sensación de paz. Algo increíble, lo más parecido a un estado de meditación profunda. Nunca más lo he sentido.
-Me decía que ese accidente le cambió la vida.
-Totalmente. Aparte de esas cuatro horas en coma estuve tres días ingresado. Tenía cuatro costillas rotas, un pulmón perforado, un derrame en el estómago… Así que cuando salí de allí sentí que todo era distinto. Te das cuenta de que en un segundo lo puedes perder todo y te preguntas cuál es el sentido de lo que haces.
-Explíqueme, por favor. Cuénteme cómo cambió.
-A ver: básicamente, ese accidente me llevó a la espiritualidad. Era como si tuviera otra oportunidad, y si la tenía era para jugar bien las cartas. Empecé a hacer meditación, me interesé por la astrología… Había empezado a estudiar Bellas Artes, así que empecé a pintar, a plasmar mis inquietudes en lo que pintaba. Y por otro lado tenía la música, claro.
-Llegamos a la música.
-Llegamos. ¿Le dije que el accidente me ocurrió dos días antes de cumplir 19? No, no se lo dije. Bueno, pues resulta que mi hermana, que estaba de viaje, me había comprado de regalo un instrumento musical… No sé si lo conoce: didgeridoo, se llama.
-Did…
-…geridoo. Sí, se escribe así. Es un instrumento de vibración australiano, de los aborígenes. Lo usan en sus ceremonias. Dicen que tiene propiedades curativas, y yo estoy seguro de que me ayudó en mi recuperación. El caso es que me aficioné a este tipo de sonidos y del didgeridoo pasé al hang, que es un instrumento de percusión melódica. Aunque le voy a decir una cosa: no es tanto por el sonido. Es lo que me produce tocarlos.
-Ah. ¿Es decir?
-Me eleva. Yo opino… Bueno, lo dicen muchos: que son instrumentos de desarrollo personal. De alguna manera, tocarlos es hacer terapia.
-Supongo que en este grupo incluye las bilas, ¿no?
-Claro. Las bilas. Claro. La historia de las bilas es que al acabar la carrera, y con el dinero de la indemnización, me pagué un viaje a la India.
-Naturalmente.
-Sí, ya sé que suena a cliché, pero es que es así, es un país con una tradición especial, un país espiritual, donde yo sabía que iba a aprender cosas que no podía aprender aquí. Y a eso me fui, a aprender. Para resumir, venía de pasar siete días en silencio absoluto… Un ejercicio que era parte de mi formación, cuando descubrí eso: que existían las bilas.
-Siete días de silencio…
-… y de repente escuchar las bilas. No sabe lo que fue. Una mano bajando del cielo y posándose en mi cabeza. Un increíble, realmente increíble estado de bienestar. Una pasada.
-Antes de seguir, explíqueme lo que son las bilas, por favor. Son esas que están ahí, ¿no?
-Esas. Bonitas, ¿no? Son campanas, pero, como puede ver, con forma de lámina, y están hechas con una aleación especial. Uno de los secretos es la laminación, y el otro, los llamados puntos de reposo, que son esos agujeros que se ven en cada campana, y que impiden que la vibración se expanda. Las creó un ruso, Alexander Zhikarev, que fue de hecho el que me ayudó a completar este juego.
-Estábamos en la India.
-Cierto. Allí, después de escuchar cómo sonaban, pedí que me hicieran un juego, y me las traje aquí, pero aquí me di cuenta de que no sonaban igual, y entonces fue cuando tuve la suerte de poder contactar con Alexander, pero sobre todo de que accediera a arreglarme el instrumento. De hecho está recién terminado, lo acabamos este año, en abril. Es el único juego de bilas que hay en Europa occidental, el único, y lo presento por primera vez en público mañana, en el Festival Gong, en Collbató. Aunque, con ellas, mi idea es hacer algo más que música.
-Claro. No me extraña. ¿Me lo explica?
-Por supuesto. Verá: como muchos instrumentos vibratorios, estas campanas tienen poderes curativos, y mi idea es trabajar eso. Hay gente que ha venido aquí, gente, me refiero, que nunca había hecho meditación, ni yoga, ni nada por el estilo, y al escucharlas han visto cosas, se han puesto a llorar…
-Caramba.
-Sí. Tengo una web. ¿La puede poner? Por si a la gente le interesa. Es esta: www.khyma.es.